En algunos casos más, estos holgazanes que perdían el tiempo hablando de política imaginaron utopías sociales y realizaron revoluciones armadas. El café Club de los Cordelier fue testigo de cómo durante la Revolución Francesa Danton, Marat y Robespierre orquestaron algunos de sus planes. También se dice que en el Habana Café de la Ciudad de México, en 1952, Fidel Castro y el Che Guevara planearon la Revolución Cubana. Finalmente se encuentra el emblemático Café Green Dragon, la cafetería revolucionaria por antonomasia. En este sitio se reunieron los artífices de la reunión del té de Bostón en 1773, acontecimiento que derivaría en el boicot a este producto, haría del consumo de café un gesto casi revolucionario y a la postre derivaría en el proceso de independencia de las trece colonias.
Las funciones del ocio y el recreo no se limitan a estas cafeinadas utopías colectivas. En el plano individual, cualquiera puede afirmar que después de salir de una plática de café se siente más informado sobre algún tema y esto sin tener que haber leído el periodico. Las pláticas sobre una diversidad de asuntos estimulados por los efectos de la cafeína posicionan a la cultura oral (el chismorreo) como canal predilecto para la divulgación del conocimiento. Y al mismo tiempo el intercambio de temas se vuelve fundamental para construir una mirada sobre el mundo, una opinión pública sobre los temas colectivos que atañen a las personas. Lo que permite obtener una comprensión más amplia del lugar que ocupamos en este diseño. Por último no se puede negar la fuerte densidad social de estos espacios, la carga de vida: la gente acude para ligar, para hacer la tarea, hablar de temas de trabajo. Las cafeterías, son escenario de historias.
Por estas razones y sin caer en la defensa de la clase ociosa, los desempleados o los aristócratas que podían estar todo el día ahí sin tener que ir a trabajar. Más que un lugar lleno de vagos y ociosos, los cafés son espacios para la educación y la construcción de miradas sobre la vida. Acudir a un café para doparse de cafeína y chismear sobre distintos temas es una forma de inscribirse en el colectivo, generar inteligencias compartidas y también echar el ocio por el simple placer de hacerlo.