¿Son las cafeterías recintos para el chismorreo y la vagancia o espacios para la creación cultural?
Historia de las cafeterías: defensa de estos espacios desde la postura de la clase ociosa
Del cibercafé de la colonia que nada tiene de café (hay adolescentes haciendo la tarea y desempleados mandando CV´s); a los coffee shops de ámsterdam pasando por los cursi lugares imaginados en Friends o Amelie Poulin; los cafés o cafeterías son lugares para drogarse con cafeína u otra substancia, divagar sobre distintos temas, generar intercambios sociales, construir conocimiento y utopías colectivas.
A través del ocio y el chismorreo, lo que algunos llaman la cultura oral, se generan relaciones sociales y percepciones sobre el mundo. Y si bien como siempre a lo largo de la historia han habido detractores que ven en estos espacios y en las actividades que se realizan en ellos elementos de degradación de las buenas costumbres. Como veremos a continuación sus argumentos moralinos no han sido de peso en el valor que la llamada “plática de café” tienen como acicate para el cambio social y el desarrollo individual.
En la historia de las cafeterías uno de los argumentos con mayor eco en el grupo de los detractores provino de las mujeres de la aristocracia inglesa quienes lo consideraban un espacio de perdición, ocio y degradación de la cultura. En 1674 publicaron el libro “Petición de las mujeres en contra del café” para denunciar que el consumo de este licor tenía en los hombres un efecto desencante y debilitante. Afirmaban que esta bebida los alejaba de las labores del hogar y los hacía tan infértiles como los desiertos donde se cultiva esta baya. La estancia en estos sitios los llevaba a tener una vida ociosa, de conversación disipada con gente que apenas conocían, lo que los alejaba de sus preocupaciones durante seis o incluso ocho horas.
En este tenor el cronista de la universidad de Oxford en 1651 afirmaba que estos sitios degradaban la cultura. En lugar de que las discusiones versaran sobre asuntos académicos y de la cristitandad estas se enfocaban en banalidades, lo que fomentaba la pereza intelectual y el ocio de las nuevas generaciones. Por su parte, Carlos II, Rey de Inglaterra los consideraba semilleros de sedición, llegó a prohibir el acceso a estos recintos por ser “el gran recurso de personas ociosas y desleales”, lo que tenía “muchos efectos malos y peligrosos para la sociedad.”
Más allá de esta imagen de decadencia, degeneración y divagación que los enemigos del ocio y la plática de cafetería querían transmitir; lo cierto es que estos espacios fueron semilleros para la creación intelectual. No solo se reunían vagos a beber café, la Royal Society nació del impulso de un grupo de estudiantes y profesores de Oxford que solían verse en un café para hablar sobre cuestiones académicas.
Muchos de los asiduos miembros de esta logia de adictos a la cafeína (como Newton fundador del cálculo y la mecánica celeste) fueron figuras de la revolución científica que permitió romper con la mirada teológica sobre el mundo.
